Llega septiembre y se carga de nuevos planes y propósitos, al igual que al inicio de año y los famosos propósitos de los lunes. Cualquier momento es bueno para introducir un cambio en nuestras vidas.
Diferenciaremos los propósitos nuevos de septiembre o año nuevo de los que nos proponemos continuamente pero nunca encontramos el momento, que normalmente lo planteamos a los lunes, sin embargo, ese lunes nunca llega.
En el primer caso se producen por conectar con nosotros, cuando nos preguntamos qué queremos, cómo nos vamos a planificar tras la vuelta del verano o de cara al nuevo año. La vuelta tras el verano o un nuevo año son momentos perfectos para preguntarnos, qué vamos a estudiar, qué deporte o actividad queremos hacer… pero salvo estudios o actividades específicas sujetas a periodos de matriculación, el resto de proyectos los podemos pensar y ponerlos en marcha en cualquier momento. Es bueno pararnos a pensar qué queremos y hacia dónde queremos ir.
En el segundo caso, son típicas frases como: el lunes me pongo a dieta, el lunes empiezo con ejercicio, el lunes dejo de fumar… Hay un sinfín de planes que nos proponemos para los lunes, pero muchos de ellos no llegan nunca a realizarse o los intentamos, pero “fracasamos”. ¿A qué se debe? Lo primero que tenemos que valorar es ¿es el momento adecuado?, ¿tenemos la motivación y los medios para llevarlo a cabo? En muchas ocasiones nos proponemos metas que no son realistas y que no están a nuestro alcance, al menos de la forma que nos las hemos propuesto y, por tanto, están condenadas al fracaso y, con ello, a nuestra frustración y poder agravar el pensamiento de “no soy capaz de conseguir lo que me propongo”. Este pensamiento va a dificultar cualquier intento futuro de cambio.
Antes de empezar con el cambio debemos pararnos a preguntarnos bien qué es lo que queremos, qué es lo que queremos cambiar, y los pros y contras de no cambiar y del cambio. Te puedes sorprender de la fuerza que pueden tener a veces los pros de no cambiar. Si fuera fácil el cambio, lo habrías hecho ya con más facilidad.
Una vez estamos decididos que los pros superan a los contras, y los contras no tienen mucho peso, es importante saber si es el momento adecuado, si tenemos la suficiente motivación y si emocional y físicamente nos encontramos bien para ello. Imagina que queremos dejar de fumar, pero estamos pasando por un periodo de mucho estrés y preocupaciones en nuestra vida, no quiere decir que no lo pueda conseguir, pero quizás añadir la ansiedad de dejar de fumar no sea lo más adecuado. Otro ejemplo, me quiero comprometer a hacer ejercicio dos veces a la semana, pero tengo problemas de salud, lesiones u horarios en ese momento que van a dificultar una continuidad… es mejor que esperemos, o podemos empezar siendo conscientes de estas limitaciones.
Una vez vemos que el cambio tiene más pros que contras, que estamos preparados para ello, empezamos a cargarnos de motivación, es decir transmitirnos la ilusión por el cambio y por qué es importante para nosotros. Inclusive podemos añadir motivaciones extras, premios o recompensas para ayudarnos a darnos un impulso. Debemos tener en cuenta que a pesar de que nuestra motivación inicial pueda ser alta, si el cambio nos cuesta esfuerzo puede que baje y una manera de mantenerla es dándonos incentivos. Estos incentivos pueden ser desde refuerzos verbales: “Estás pudiendo con ello, ¡enhorabuena!“, “¡Ánimo! Eres un crack podremos conseguirlo” o materiales: una cena, una salida (con el dinero que he ahorrado de dejar de fumar), salida de compras (por ejemplo, ropa deportiva que nos guste si está relacionado con el deporte). Los incentivos hay que adaptarlos a nosotros mismos.
Siempre hay que recordar que si en un momento rompemos ese hábito no está todo perdido. Es frecuente que inicie un nuevo hábito y en una semana por ejemplo no lo pueda cumplir. Ahí tenemos dos opciones:
- Desmoralizarnos y pensar: “¿Ves? No podías con ello, ya he vuelto a abandonar lo que me he propuesto, es muy difícil”.
- Ser conscientes que es un hábito nuevo que necesita ser consolidado, que puede haber excepciones y recaídas y seguir adelante con él. El esfuerzo que me ha llevado a iniciarlo vale la pena. Si, a pesar de intentar continuar no podemos, podría ayudarnos analizar por qué nos cuesta tanto y replanificar nuestra idea y objetivos, buscar motivaciones e incentivos extras.
Los mayores impedimentos para conseguir lo que queremos son una baja motivación (y no confiar en que nosotros podremos) y una inadecuada planificación con objetivos en muchas ocasiones no realistas.