El atracón de comida puede surgir ante situaciones de ansiedad. Frecuentemente, no somos conscientes que viene motivado por ello, únicamente sentimos un fuerte impulso por comer, no siendo el hambre la causa de ello, en muchas ocasiones.
¿Por qué entonces podemos sentir la necesidad de comer cuando no tenemos en realidad hambre? Desde pequeños aprendemos que comer nos puede ayudar a calmarnos. La comida, de hecho, está muy extendida socialmente como un elemento para levantar nuestras emociones; celebraciones, comer cuando nos encontramos tristes, premios con comida... siendo, además, la comida a elegir "poco saludable"; postres, bollería, helados, patatas, y, a la vez, adictiva.
Con ello surgen varios problemas, el primero es que comer no calma en sí la causa de nuestra ansiedad, y el segundo es que "comer en exceso" puede llevar a una percepción de descontrol o a la propia autocrítica por no estar comiendo "lo que debemos" y, en ocasiones, a una subida de peso no deseada por una dieta poco saludable, además de otros factores de riesgo derivados.
Por ello es importante:
- Identificar las fuentes/situaciones que nos causan ansiedad para intentar afrontarlas desde unas estrategias más adaptativas y eficaces.
- Realizar técnicas de relajación así como otras estrategias que nos ayuden a disminuir la ansiedad, sin necesidad de comer.
- Entender que en sí la comida no resuelve la ansiedad, y que a largo plazo puede hacer que ésta aumente. Es importante la idea de evitar la tentación de vomitar para evitar coger peso, dado que se puede convertir en un hábito y de nuevo ser un factor estresante para mantener el ciclo.
- Cambio de hábitos. Si nuestro cuerpo está acostumbrado a "atracarse" a una hora, nos va a pedir comer por el propio hábito. Para evitarlo, si sabemos que sobre una hora tenemos el hábito de comer (no teniendo hambre) vamos a programarnos alguna actividad que sea contraria como salir a sacar al perro, ir a clases de pintura, deporte… Esto nos ayudará a romper el hábito y aumentar la percepción de control.
Por último, tener en cuenta que una inadecuada planificación de las comidas, con tiempos de ayuno muy largos y/o insuficiente comida puede llevar a un efecto rebote, donde el cuerpo nos pida comer "en exceso" para compensar. Ello puede provocarnos emociones negativas con las que, demasiado frecuentemente, aprendemos a gestionarlas a través, de nuevo, de la comida. Entender este bucle nos puede ayudar a su control.
Por todo ello, es importante llevar una dieta equilibrada, sin saltarse comidas, y ser consciente de las posibles emociones que el cuerpo pueda confundir con hambre.