Elementos de la comunicación

Las teorías de la comunicación nos describen los distintos factores que intervienen en el proceso de comunicación: emisor, receptor, canal, código, contexto y mensaje. Si una persona (emisor) emite un mensaje, no quiere decir que la persona a la que se dirige (receptor) lo interprete de la misma forma, contenido e intención con el que se emitió. Ponemos algunos ejemplos de cómo pueden interferir los distintos factores en el proceso de comunicación:

  • Emisor: Se ha podido producir un mensaje ambiguo, en volumen inadecuado, sin tener en cuenta el contexto… tono que dé lugar a malinterpretaciones…
  • Receptor: El mensaje que llega está sujeto a las interpretaciones también del receptor y cómo se encuentre éste en el momento de recibirlo. No es lo mismo que te transmitan un mensaje cuando estás calmado que cuando estás muy enfadado, la forma del mensaje para un mismo objetivo ha de ser diferente, adaptado a esa emoción.
  • Código: Lenguaje verbal y no verbal, entonación.
  • Canal: Medio por el que se emite; verbal, escrito, a través de las TICs. Muchos mensajes de texto pueden dar lugar a malinterpretaciones por falta de contexto.
  • Contexto: Circunstancias que rodean la propia comunicación.
  • Mensaje: El contenido que el emisor quiere transmitir.

Todo ello es importante porque no solemos cuestionarnos si el mensaje que hemos emitido se ha entendido con el contenido e intención que teníamos. Tampoco tenemos en cuenta que el mensaje que nos devuelven es en función no de lo que hemos emitido, sino de lo que ha recibido el receptor, que a su vez se puede ver influenciado, e interferido, de nuevo por los factores descritos. Entre esos factores vuelve a influir nuestra interpretación. ¿Cuántas veces hemos visto a dos personas hablando pero que ninguna está entendiendo el mensaje de la otra? ¿cuántas veces hemos sido testigos de malinterpretaciones en procesos de comunicación?

Si yo decido emitir un mensaje cuando estoy muy enfadado, o se lo transmito a alguien que esté muy enfadado, sin tener en cuenta este hecho, el estado emocional prevalecerá sobre el contenido del mensaje.

Es cierto que me declaro una entusiasta de la importancia de la comunicación abierta como medio para la solución de muchos de los conflictos que tenemos en nuestro día a día. En este mes veremos tres ejemplos, la comunicación con la pareja, la comunicación padres-hijos y la comunicación con uno mismo.

Importancia comunicación pareja

En pareja me gusta poner de ejemplo cómo influye la subjetividad de cada uno de los miembros. Un ejemplo muy usado es cuando uno de los miembros por ejemplo juega a un videojuego. Ambas personas tienen una percepción del tiempo totalmente diferentes. La persona que juega siente que lleva muy poco tiempo y la persona de fuera que lleva toda la tarde. ¿Quién tiene razón? Normalmente suele estar en un punto medio. Una de las estrategias más efectivas cuando se manifiestan percepciones contrarias es objetivarlo, en el ejemplo anterior se podría usar el reloj y llegar un acuerdo entre ambas partes de cuánto tiempo están ambos de acuerdo.

Otro ejemplo es cuando esperamos que la pareja se dé cuenta de algo que nos ha molestado o tiene que cambiar/hacer. No podemos pretender que la otra persona adivine lo que estamos pensando y actúe según a nosotros nos guste.

La comunicación abierta, sincera y fluida es fundamental para el buen desarrollo de la pareja. Poder tener la confianza de hablar de todo lo que se necesite sin sentirse juzgado.

Importancia comunicación con adolescentes

La etapa de la adolescencia tiene muchas particularidades. Para empezar, es un periodo en el que los adolescentes empiezan a cuestionar más a los padres, a la vez que no saben expresarse adecuadamente ni controlar sus emociones. Para los padres es complicado mantener una comunicación con ellos, que en muchas ocasiones sienten que no son entendidos o escuchados y se encierran más.

Muchos padres manifiestan que no saben cómo acceder a sus hijos, que están encerrados en su cuarto y no se expresan. Como explicábamos en el apartado anterior ambas partes están influidas también por la subjetividad. El adolescente, en ocasiones, ha intentado comunicarse, pero sus padres en ese momento no estaban psicológicamente y/o físicamente disponibles o no le han dado la importancia que para el adolescente tenía lo que está contando. Cuando un adolescente no se siente escuchado deja de intentarlo. Los padres solo ven que se encierra y es “una persona egoísta que solo va a la suya” cuando, en muchos casos, ya se había intentado comunicar, pero no ha sido atendido. Por otra parte, el adolescente no es consciente que los padres son humanos… tienen también sus preocupaciones, están cansados y puede que ellos no hayan elegido el mejor momento y de la mejor forma para transmitir su mensaje. Sorprendería saber cuántas veces al tratar padres-madres y adolescentes ambos piensan que la otra persona no le quiere, o que la otra persona no quiere escucharla y no le interesan sus problemas. En la mayor parte de las ocasiones ambas partes quieren lo mismo, pero no lo saben. De nuevo una comunicación abierta, empática y sincera puede ayudar mucho, y siempre teniendo en cuenta que es una etapa particular donde ambas partes tienen que aprender a sobrellevarla.

Por último, en esta etapa los padres suelen manifestar que sus hijos/as no les dicen lo que piensan, pero también es necesario tener en cuenta que debemos ser tolerantes a las emociones y pensamientos de nuestros hijos. Los padres no siempre toleran y reaccionan de la mejor forma si los adolescentes se expresan de forma sincera. Cierto es, que puede que los adolescentes no se comuniquen de la mejor manera, pero es el mensaje de trasfondo lo que debemos escuchar para conocer sus inquietudes y llegar a puntos de entendimiento mutuo.

Importancia comunicación con uno mismo

Se tiene muy en cuenta cómo nos relacionamos con los demás, pero ¿qué hay de cómo nos relacionamos con nosotros mismos?

Es muy frecuente que no tengamos tiempo para nosotros, para escucharnos, y lo más habitual es que cuando tenemos tiempo para hablarnos es para reprocharnos o culparnos. Pocas veces somos comprensivos y empáticos con nosotros.

Difícil será que consigamos hacer lo que queremos, que disfrutemos de lo que nos gusta, si no tenemos tiempo de preguntarnos qué es lo que queremos, qué es lo que realmente nos gusta. En una vida llena de responsabilidades lo primero que sacrificamos es el tiempo para nosotros, un tiempo de calidad para cuidarnos y entendernos.

¿Qué pasaría si anotásemos a lo largo del día la cantidad de mensajes positivos que nos damos frente a los negativos? Seguramente nos llevaríamos una sorpresa. El día suele estar lleno de mensajes de obligaciones, recordatorios de lo que no hemos hecho o hemos realizado “incorrectamente” y de calificativos o, mejor dicho, descalificativos, “soy tonto” “soy torpe” “no me gusta de mi…”. Mentalmente solemos sentir que salimos perdiendo ante comparaciones con los demás.

No es sencillo sentirse bien con uno mismo si constantemente nos bombardeamos de estos mensajes. El primer paso es ser consciente de cómo nos comunicamos con nosotros. Si detectamos mensajes negativos, cambiarlos por positivos, y en cualquier caso, aumentar los adjetivos positivos hacia nosotros mismos. Es importante estar en sintonía con nosotros mismos, dedicarnos esa paciencia y aceptación con la que cuidamos a nuestros mejores amigos, pues nosotros nos merecemos ese trato hacia nosotros mucho más.