La tristeza o bajo estado de ánimo es uno de sus principales síntomas. Su función es el ahorro de energía y el pedir ayuda. Cuando estamos tristes se favorece que otras personas perciban que nos encontramos mal y necesitamos ayuda. Esta emoción se suele desencadenar tras una decepción, frustración, pérdida o acúmulos de ellas.
Pero para el diagnóstico de depresión es necesario que la tristeza dure más de dos semanas y se acompañe de algunos de los siguientes síntomas:
- Pérdida o ausencia de interés por actividades placenteras (anhedonia)
- Aumento de la fatiga o pérdida de vitalidad (apatía)
- Pérdida de apetito.
- Pérdida de peso.
- Alteraciones del sueño (insomnio tardio, hipersomnia...)
- Enlentecimiento motor.
- Sentimientos de culpa e inutilidad.
- Disminución del apetito sexual.
- Disminución de la capacidad para concentrarse y pensar. Indecisión.
- Pensamientos recurrentes sobre la muerte.
Es habitual la presencia de la llamada triada cognitiva: Pensamientos negativos acerca de uno mismo, del mundo y del futuro. "Nadie me quiere" "no valgo" "soy un estorbo" "nunca mejoraré" "el mundo es injusto". Es frecuente la atribución interna, estable y global para los fracasos: "Es culpa mia. Soy un desastre en todo y siempre será así"
Factores que impiden o dificultan la recuperación:
- Disminuición de las actividades placenteras. La falta de fuerza y ganas de realizar actividades que nos suben el estado de ánimo finalmente hace que nos baje más el estado de ánimo y el resto de síntomas.
- Aumento de la atención a los síntomas y abstracción selectiva a lo negativo (mayor observación a situaciones y emociones negativas)
- Aumento de los pensamientos negativos, cuanto más fuerte sea el pensamiento "no valgo" "nadie me quiere" "no puedo" menor es la fuerza para reponernos ante la situación