Se caracteriza por miedo intenso e irracional hacia un objeto o situación o su anticipación. Aunque la propia persona lo reconoce como un miedo irracional no puede evitar la sobreactivación, la necesidad de huir y el malestar intenso asociado a bloqueo.

Los más frecuentes son: animales, ambiental (alturas, tormentas...), inyecciones-sangre, situacionales (aviones, sitios cerrados, ascensores...) y otros tipos (como a la enfermedad).

Nuestro sistema de alerta (ya sea por una experiencia propia aprendida o porque lo hemos visto o nos lo han contado) nos avisa de que esa situación es, o ha sido, peligrosa y nos moviliza para evitarla o extremar precauciones ante el posible riesgo.

Para disminuir los síntomas fóbicos se necesita enseñar al sistema de alerta (cuya función es protegernos) que esa situación no es peligrosa.

Piensa en algo que te dé miedo: arañas, avispas, oscuridad, sitios cerrados, alturas, enfermedad... Es muy posible que si imaginas o anticipas que vayas a estar en una situación que nos da miedo comiencen síntomas de alerta y ansiedad y aumenten según te acerques a esa situación. Una vez estamos en ella existe una sobrevaloración de la posibilidad de riesgo, expectativas catastrofistas y una atención selectiva a esa situación peligrosa (solo vemos lo que nos asusta en esa situación, como una avispa en una habitación, vemos cada movimiento de la avispa).